Este cetáceo de la clase de los mamíferos, fue declarado Monumento Natural por una ley nacional del gobierno argentino.
La ballena franca se identifica fácilmente por las callosidades que se forman en su cabeza y labios. Éstas, pobladas de crustáceos y parásitos dan al animal una fisonomía característica que permite identificar a los individuos con bastante exactitud. Científicos como Roger Payne han estado indentificando ejemplares desde 1970 mediante fotos aréas. Se calcula que hay por lo menos 700 animales individualizados. Se sabe así que las poblaciones del hemisferio norte y el hemisferio sur no se mezclan, aunque la ballena austral frecuenta los océanos Indico, Pacífico y Atlántico, desconciéndose sin embargo, su migración hacia la Antártida.
La especie carece de aleta dorsal en el lomo pero posee una aleta caudal que se distingue por su hendidura, la aleta sobresale un tiempo en la superficie al sumergirse. Su coloración es negra.
Fisiológicamente posee dos espiráculos o respiradores dorsales que le permiten exhalar el aire a través de un soplo o presión de los pulmones que pueden lanzar un chorro en forma de “V” que puede alcanzar hasta 3 m de altura.
La ballena franca, al igual que otros grandes cetáceos, tiene la costumbre de realizar espectaculares saltos sobre la superficie del mar. Se especula que estos saltos pueden ser parte de un código de comunicación, de una suerte de actividad lúdica o simplemente deshacerse de los parásitos que habitan sobre sus callosidades.
Los sonidos emitidos por las ballenas han sido registrados sistemáticamente y sus estudiosos estiman que el objetivo es la comunicación entre individuos y la ecolocación para evitar obstáculos y buscar alimentos.
El buceo de la ballena suele durar unos 4 o 5 minutos aunque pueden llegar a permanecer sumergidas 40 minutos en caso de peligro. Generalmente, no avanzan más allá de los 150 m de profundidad.
Los balleneros, solían arponear primero a la cría para luego atacar a la madre se acercaba dócilmente desesperada para salvar a su prole.
Vascos, holandeses, británicos y noruegos se dedicaba a esta actividad comercial en los mares del ártico. Hacia el siglo XVII, la ballena franca del norte había sido prácticamente exterminada. La caza comenzó orientarse hacia otra especie de características similares, la ballena franca de Groenlandia.A partir del siglo XIX, aparecen nuevas flotas de caza de origen ruso, japones y norteamericana. Como consecuencia de la evolución naval, es posible aparejar navios de 500 toneladas con 6 o 7 lanchas balleneras y 40 personas como tripulación. Mientras tanto, se descubre una nueva especie todavía no explotada y tan rentable como las cada vez mas escasa ballenas del hemisferio norte: la ballena franca austral.Entre 1804 y 1817, se cazan unos doscientos mil animales. La navegación a vapor y el cañón arponero permitirán que el peligro se extinción se acelere notablemente por sobre los ciclos de reproducción.
La captura indiscriminada continua hasta 1962, año en que se registra el escalofriante record de 66.000 animales muertos. En 1946, delegados de 19 países acordaron en la Comisión Ballenera Internacional establecer zonas de reserva y limitar científicamente las capturas. Sin embargo, numerosas contradicciones y presiones internas en los países balleneros llevaron a que en 1982 se estableciera la prohibición total de la caza de ballenas a partir de 1986.
Actualmente, la población mundial de ballenas se halla en lenta recuperación..

María Belén Riesen